Escena Michoacana | Una entrevista con Juan Urueta, el filósofo de las cosas banales

El escritor e ilustrador originario de Quiroga ha realizado por años trabajos de divulgación en temas artísticos y filosóficos

Juan Urueta es un escritor, artista gráfico y filósofo originario del municipio de Quiroga, Michoacán; ha dedicado una parte de su vida a la divulgación del arte, la literatura y a provocar sentimientos en el mundo interno de las personas.

En la siguiente entrevista el artista nos contará sobre su gran curiosidad en el mundo del arte y en la filosofía cotidiana que existe en la vida de todas las personas.

¿Cómo fue que decidiste entrar en el mundo del arte? ¿Cómo diste ese paso y te aproximaste a esa área del conocimiento?

Entré por una intuición juvenil o hasta infantil, me crié en un ambiente con mucha soledad pero al mismo tiempo también con mucha paz, entonces como tenía mucho tiempo libre en Quiroga que además es un pueblo muy tranquilo, muy bonito y esas condiciones influenciaron en mí.

Mi padre era dibujante, escritor y poeta en su juventud, entonces los libros y el arte siempre estuvieron presentes en mi casa, y aunque no lo hacía de niño, sí sentaron un precedente, fue como una cosa que poco a poco fue creciendo y cuando llegué aquí a Morelia a estudiar, todo explota.

Me encontré con un elemento que me faltaba y que fue muy valioso: la libertad. La libertad de moverme por la ciudad, de conocer personas, de ponerme a mí mismo en situaciones ya propias como de un joven adulto y me comencé a vincular todas estas cuestiones.

Entré a estudiar ingeniería electrónica, estuve un año allí y después me di cuenta del terrible error que había sido esa decisión.

Afortunadamente estuve trabajando un tiempo en cosas como freelance haciendo un poco de diseño y dibujo, ya tenía esas inquietudes y así avancé algunos años hasta que en el 2008 se me ocurrió la idea de ahora si voy a entrar de nuevo a estudiar una carrera pero va a ser en algo que me haga feliz, en algo que disfrute y decidí entrar a literatura.

¿Cómo consideras que es el público lector en Michoacán? ¿Crees que somos una población que tiene un amplio gusto por la lectura?

Hay muchísimos lectores en Michoacán, en muchos espacios y en muchos géneros diferentes, es decir, acotar o limitar la literatura al texto solamente de palabras es quedarse muy corto.

Mangas, Wattpad, Webtoon, las plataformas digitales. Conozco muchísima gente que lee en distintos espacios muchas cosas diferentes.

En ese sentido creo que lo que hay es un desconocimiento público de los lectores, es decir, los lectores y las lectoras sí existen y por grandes cantidades, pero no es público, no es como de conocimiento general, en cierto modo, porque por mucho tiempo se ha situado a la literatura, nada más en el libro objeto, y pues no va por ahí la cosa.

Es como que a lo mejor nada más los miden en quienes van a las ferias de los libros, que consumen ese tipo de literatura física. Y además, como le decía en alguna ocasión a unos alumnos de preparatoria, que las personas leemos la realidad, leemos el mundo; al ver una serie, al ver una película, incluso al estar hablando con otras personas, estamos generando una lectura sobre todo eso, y en ese sentido somos lectores de muchas formas distintas.

¿Por qué escribiste tu libro “Cuaderno del Alba” y cuál es el mensaje que le quieres transmitir a tu público?

No es un mensaje específico, sino más bien provocar una emoción y una intención en particular y esta es la de la contemplación, la interrupción abrupta de lo cotidiano, de las tareas del día a día y ese detenimiento y observación de los detalles que muchas veces pasan desapercibidos.

Es un libro que escribí solo por las mañanas durante las albas, salía muy temprano de casa y escribía en esa hora con la búsqueda de un silenciamiento, de interrupción, de calma. Traté de universalizar las cosas cotidianas que me pasan a mí, una cosa muy común y corriente que puedo narrar dentro de los aforismos, entender el sentido más profundo de esa situación cotidiana y ver qué de filosófico, qué de emocional, qué de estético o poético puede haber allí.

Nunca termino de encajar con mis necesidades como persona. Necesitaba compartir como estas cosas que descubro, entiendo, leo y dárselas a las demás personas. Esa necesidad de acercarme a los otros a través de las cosas que me gustan y que sé que a lo mejor les pueden gustar, pero sobre todo provocar esa invitación.

La filosofía la han hecho personas como nosotros durante toda la historia, entonces que agarremos a uno o dos personajes de la historia de la filosofía y los situemos como en un lugar muy alto es alejar todo ese conocimiento y toda esa experiencia que esas personas tienen de nosotros, entonces mi labor es utilizar esos saberes filosóficos en nuestra cotidianidad, con la cosa más banal, entre comillas porque cualquier cosa que te pueda estar pasando tiene mucha filosofía, y hay mucho que reflexionar y mucho que podemos problematizar,

Se trata de preguntarnos para volver a entender, para volver a interpretar, para reinterpretarnos a nosotros mismos, y entonces la filosofía deja de convertirse en un ejercicio y en una práctica de unos pocos y se democratiza, se le ofrece a las personas y entonces lo que yo hago constantemente es decir, aquí no venimos a hablar de filosofía, aquí venimos a filosofar y todos filosofamos constantemente.

¿Y qué hay de tu otra obra “Fracciones del Abismo”? ¿Por qué decidiste escribirlo?

Cuando estaba en la universidad quería escribir un libro de relatos y entrar al mundo de la literatura juvenil, después de ciertos intentos fracasé como escritor de ficción y reflexioné a partir de esos fallos ¿qué era lo que me interesaba a mí?.

Revisando mis textos me di cuenta que lo que disfrutaba eran una o dos frases que había incluido en los relatos, entonces pensé ¿para qué hago todo un relato si lo único que me interesa decir es puntualmente estas frases?.

Hice el ejercicio de recolectar todas mis libretas, todo lo que había escrito y sí me gustaba y me dí cuenta cuando hice esta recopilación que ya tenía suficiente material para un libro. “Fracciones del Abismo” es el resultado del fracaso de otros libros, y de la reflexión posterior de estos. Fue como descubrir que sí estaba ahí un libro pero estaba falseando la forma en la que tenía que existir.

Juan Urueta creó un proyecto llamado “Epojé”, por medio del cual difunde temas de filosofía y realiza su mesa de preguntones, un espacio para habitantes de Morelia que quieran filosofar sobre la vida y que periódicamente se instala en algún café del centro histórico.

Epojé es esa suspensión del pensamiento, es la suspensión de los juicios, de valores. Era un criterio de los estoicos particularmente.

Me pareció una idea muy bonita, muy valiosa desarrollar este proyecto de filosofía aplicada y divulgación. Te comentaba que esta filosofía académica que está situada como un espacio para otros académicos no terminaba de llenarme, de hacerme sentir en contacto con las personas.

Y entonces pasé de una forma de resistencia cultural a una ofensiva. Epojé es ese proyecto que quiere materializar de distintas formas y con distintos proyectos la divulgación y la práctica de la filosofía entre las personas.

En la mesa de preguntones nos reunimos aquí en “Livera Café” para filosofar. Yo como el filósofo y un poco el coordinador, provoco la discusión, suelto las preguntas, pero sobre todo me interesa que este ejercicio y esta práctica que todas las personas tenemos para reflexionar, pensar, revisar nuestras ideas, las ideas de los demás, lo que escuchamos, lo que quisiéramos escuchar, etcétera.

Lo único que hago aquí es provocar que nos juntemos y en torno a un tema, a una cuestión, y lo filosofemos juntos.

Lo que se trata un poco en mesa de preguntas es de regresar esa actitud de revisar de dónde vienen las respuestas que ya tenemos,, a qué se deben, cómo las construimos, cómo las construye la persona que está aquí al lado, ya no desde nuestra individualidad, sino en comunidad, que así es como los griegos filosofaban, es decir, no filosofaban como entes aislados, sino que se reunían y se ponían a cotorrear en el mercado, en la cena de fulano, a lo mejor en espacios públicos.

Una cosa que tiene de ventaja el encuentro y la reunión presencial al hacer filosofía es encontrarnos con ideas muy dispares, nos damos cuenta que hay muchísima empatía cuando no lo proponemos.

Me han tocado casos en que en el mismo espacio, dos personas dan puntos de vista completamente opuestos y ese esfuerzo y ese respeto al otro es algo que a lo mejor no se puede dar en un espacio inmaterial como internet, donde solo sueltas tu ideología y no ves a la otra persona, no ves los efectos que tus palabras pueden tener en la otra persona.

En cambio cuando estás frente a la persona, más bien reconocemos y celebramos las diferencias y nos enriquecemos con estas diferencias representadas en los otros.

A mí lo que me llena es el encuentro con las personas y descubrir esa riqueza de sus mundos interiores y si consigo a través de todo lo que hago o el arte plástico, visual, la escritura, al final todo va encaminado a provocar que esos mundos interiores salgan a la luz, que afloren.

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Con información de Abraham Méndez

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